La España que vive del Paleolítico
España posee uno de los mayores patrimonios de arte rupestre del mundo.
A juzgar por los datos, más de 120 municipios de España, directa o indirectamente, ganan dinero con las cuevas prehistóricas y el arte muerto o con los artefactos arqueológicos que se encuentran en los museos.
Entre los casos más destacados se encuentran: Altamira (Cantabria), Atapuerca (Castilla y León), Tito Bustillo (Asturias), Cueva de Ardales (Andalucía), Roca dels Moros de Cogul (Cataluña), Coves del Toll (Cataluña), Cova del Parpalló (Comunidad Valenciana), Cueva de Nerja (Andalucía) y Abrigos del Río Vero (Aragón).
Altamira es el paradigma. Pese a limitar el acceso a la cueva original por conservación , su museo y Neocueva recibe entre 250.000 y 300.000visitantes al año. Genera entre 6 a 8 millones de euros anuales entre entradas, hostelería, servicios educativos y comercio local, según datos del Gobierno de Cantabria.
Atapuerca, con un modelo combinado de visitas, museos y actividades educativas, llegó a superar los 160.000 visitantes anuales antes de la pandemia. Se recupera progresivamente. Estudios de la Fundación Atapuerca estiman que el proyecto ha contribuido a crear más de 200 empleos directos e indirectos en la comarca. Nada mal.
El patrón se repite. Los enclaves prehistóricos funcionan como “marcas territoriales” que posicionan a pueblos pequeños en el mapa turístico. En regiones con despoblación, este fenómeno es visto como un salvavidas económico.Una manera de que el pueblo se abra al mundo.
¿Por qué funciona el modelo - los muertos dan dinero?
Es muy obvio que las cuevas paleolíticas y el arte rupestre tienen tres ventajas económicas para las zonas rurales: patrimonio único y no replicable, financiación pública y europea y promoción institucional. No compiten con grandes ciudades, sino con otros destinos culturales singulares. La exclusividad atrae visitantes. La conservación del patrimonio arqueológico activa subvenciones, planes de turismo cultural y fondos europeos como FEDER.
Muchos municipios no podrían acceder a estas ayudas si el recurso fuera arte contemporáneo. Las comunidades autónomas y el Estado invierten mucho más en promocionar patrimonio histórico que en difundir creación artística contemporánea. Esto genera visibilidad mediática y flujo de visitantes.
En otras palabras, el arte prehistórico tiene mercado asegurado, respaldo político y atractivo turístico.
Estudio de caso: Comunidad Valenciana
La Comunidad Valenciana es uno de los territorios con mayor concentración de arte rupestre considerado Patrimonio Mundial por la UNESCO. Municipios rurales como Bicorp, Ares del Maestrat, Albocàsser, Coves de Vinromà, Vall d’Uixó o Gandía utilizan estos enclaves prehistóricos como una manera de crear empleos y frenar la migración de la población hacia las ciudades.
Coves de Sant Josep es el ejemplo más rentable. El río subterráneo navegable ha convertido a un municipio de apenas 30.000 habitantes en un referente turístico de interior. Genera ingresos por entradas, restauración, comercio y espectáculos culturales. La Valltorta, con un modelo más museístico y educativo, no mueve cifras millonarias. Pero ha consolidado empleo cultural estable (guías, mantenimiento, museo) y evita el cierre de servicios en pueblos con menos de 1.000 habitantes.
En todos estos casos, el patrimonio prehistórico no solo atrae visitantes, sino que legitima inversión institucional. Museos, rutas señalizadas, visitas guiadas y campañas de promoción se sostienen sobre el patrimonio.
Los artistas contemporáneos en la España rural: crear no garantiza vivir
Mientras el arte rupestre consigue apoyo y visitantes, la situación de los artistas en municipios rurales es muy distinta. Según el Informe de la Fundación SGAE (2023), más del 62% de los creadores españoles declara ingresos inestables. En zonas rurales esta cifra se acerca al 75% por menor acceso a mercados culturales, galerías y redes profesionales.
Los datos del Ministerio de Cultura muestran que menos del 3% del gasto cultural de los hogares se destina a artes contemporáneas. En cambio, las visitas a patrimonio histórico representan más del 30% de las actividades culturales realizadas en viajes.
En pueblos donde existe una Casa de Cultura, la programación suele concentrarse en actividades escolares o eventos puntuales municipales. Presupuesto para residencias artísticas, talleres o exposiciones de creadores locales es bajo o no existe. Algunos ayuntamientos destinan partidas anuales inferiores a 2.000 euros para artes contemporáneas. Esa cifra es insuficiente para generar impacto económico local.
La consecuencia es clara. Los artistas rurales dependen de ingresos externos (enseñanza, ferias, talleres privados, encargos o empleos no artísticos). Pese a que muchos contribuyen a la vida cultural del territorio, su trabajo rara vez se traduce en motor económico reconocido.
Dos modelos culturales en contraste
La comparación entre el modelo “patrimonio prehistórico” y el de “creación contemporánea en el medio rural” permite identificar diferencias estructurales. Los municipios que han logrado integrar ambos modelos son pocos. Existen proyectos que combinan residencias artísticas con patrimonio, como en Sierra de Albarracín (Teruel) o Centro de Arte y Naturaleza de Huesca (CDAN). Siguen siendo excepciones y requieren fuerte apoyo provincial o autonómico.
Conclusión: un patrimonio que sostiene y un presente que aún busca espacio
La España rural ha encontrado en su pasado prehistórico una vía eficaz para generar ingresos y atraer visitantes. Las cifras muestran que el patrimonio rupestre actúa como un recurso económico consolidado. Los municipios que lo gestionan han logrado mantener empleo, servicios y visibilidad cultural.
En cambio, los artistas contemporáneos que viven y trabajan en esos mismos territorios se enfrentan a un ecosistema frágil. Su aportación cultural existe, pero su impacto económico rara vez se reconoce.
Sin embargo, también hay casos donde un artista vivo utiliza el arte del pasado como fuente de inspiración, como Atelier Altamira de Valencia.
La artista Dada Kis Juzbasa toma el arte rupestre como referencia y aborda temas de épocas lejanas en su obra literaria. Además de sus piezas cerámicas, en las que emplea pigmentos similares a los de la Cueva de Altamira, actualmente escribe una novela histórica fantástica cuya inspiración directa es la Cova de l’Or.
Este ejemplo muestra que, aunque el pasado sostiene la economía rural, la creación viva tiene potencial para enriquecerla y abrir nuevas vías de desarrollo cultural.






